sábado, 9 de abril de 2016

Diario de Campaña: Sesión 7 (la gruta goblin)

Continuación de Los Viñedos de Bulbar (Aquí los sucesos anteriores)


Retomamos la campaña centrada en Falcongrís después del parón vacacional de Semana Santa. En nuestra última sesión, los aventureros tuvieron que enfrentarse a una partida de guerra goblin que asaltó la hacienda del bueno de Bulbar Drenn. El ataque fue propiciado por un grupo de trasnos que intentaban con ello que los goblins abandonaran unas cuevas cercanas donde se habían asentado no hace mucho. Pese a que el combate fue duro no hubo que lamentar bajas, y al final del mismo, los aventureros hicieron un trato con los trasnos: si terminaban de expulsar a los goblins que quedaban en las cuevas, los Trasnos dejarían en paz la hacienda.

Después de reponerse unos instantes tras un combate tan duro, nuestros aventureros decidieron quemar todos los cuerpos de los goblins caídos y conservar una cabeza, pensando que les podría servir para demostrar a Bulbar que el combate había sido real. También recogieron la piedra totémica de los goblins por si les podía servir de ayuda en su visita a las cuevas. El plan inicial era ir hasta las cuevas y quizás, usando la cabeza y la piedra, lograr que los goblins abandonaran el lugar sin tener que luchar. Tras esto, se retiraron a dormir y descansar un par de horas, aunque no fueron suficientes para que Jidra (el clérigo) ni Volkas (el mago) pudieran recuperar conjuros.

Ya despiertos, el primer movimiento fue ir a ver a Bulbar y contarle todo lo acontecido. El pobre vinatero se vino un poco abajo tras escuchar que su hacienda estaba sufriendo los efectos de una disputa entre los goblins y los trasnos, aunque recuperó un poco el humor ante el comportamiento despreocupado de los aventureros y tras descorchar una buena botella de vino y brindar por la pronta resolución de sus problemas.

Sin más dilación partieron hacia los bosques y comenzaron a seguir el rastro de los goblins, que era muy visible. Y eso que la nieve que había caído hacía unos días ya prácticamente se había derretido. Estaba claro que los goblins no habían tenido demasiado cuidado en ocultar su rastro. Todo fue bien hasta que los aventureros llegaron al claro donde se encontraron con Corak Cienfilos. Un poco después el bosque dejaba paso a las estribaciones de Las Colinas de los Túmulos y ahí perdieron el rastro.

El grupo se movió entonces hacia el oeste tratando de aplicar la lógica para situar las cuevas de los goblins. No tardaron mucho en encontrar una caverna que bien podría ser el lugar. En la entrada vieron los restos de una cabra montesa o quizás de un gamo medio devorados. Según se acercaban a la entrada, tanto Gromm el Guerrero como Volkas el Mago se percataron de un rastro de huellas de un gran felino. Sin duda la experiencia pasada del mago como cazador estaba resultando muy útil para el grupo. Tomaron buena nota de la localización de la guarida de este gran felino, pero decidieron alejarse de allí sin hacer mucho ruido. Su misión tenía prioridad sobre explorar lo que aquél cubil pudiera ofrecerles.

Moviéndose esta vez hacia el este, terminaron por encontrar otro lugar que encajaba con lo que buscaban. Una angosta vaguada ascendía hasta un balcón natural donde se podía ver la entrada a una cueva. Pensando que los goblins no estarían muy activos al ser criaturas nocturnas, comenzaron a aproximarse a la entrada. El ruido de unas cuantas flechas los sacó de su error. Una de las flechas alcanzó a Gromm antes del que el grupo se pusiera a cubierto entre las paredes de la vaguada. Mientras Gromm lanzaba algún que otro juramento, Volkas gritó a los goblins su propuesta de que abandonaran las cuevas a cambio de la entrega de la piedra. Lamentablemente nadie en el grupo hablaba goblin y no obtuvieron respuesta. Visto que no parecía que fueran a entablar un dialogo muy fluido, decidieron que aquello ya estaba bien y que lo mejor era cargar contra la cueva. Los trasnos les habían dicho que no quedaban guerreros, así que el grupo que les había disparado no podía ser muy numeroso (contaron cuatro flechas en total).

Turak, Jidra y Gromm cargaron hacia la entrada de la caverna recorriendo los escasos 30 metros de terreno abierto sin recibir más impactos. Volkas también avanzó rápido, aunque aprovechando la cobertura de la vaguada y un poco por detrás de los guerreros y el clérigo.  En la entrada se encontraron con dos goblins que intentaban proteger la cueva. No fueron rivales para nuestro aguerrido grupo. Una vez asegurada la entrada, y con todo el grupo reunido, Volkas encendió su farol y Gromm una antorcha como apoyo, adentrándose a continuación en la cueva.

Tras recorrer aproximadamente otros 30 metros, el grupo se encontró con un grupo de piedras que dificultaba un poco el paso. Dos goblins más se habían hecho fuertes en esa posición. Deseando acabar con las fuentes de luz que tanto les molestaban, dispararon sus arcos contra Volkas y Gromm. Sin duda el odio por la luz diurna les sirvió bien en esta ocasión, pues acertaron dos veces en el pobre Volkas y una vez en Gromm. Jidra vio como Volkas caía entre espumarajos sanguinolentos y no dudo en correr a socorrer a su compañero. Gromm, ciego de ira, cargó junto a Turak para eliminar esta nueva amenaza.

Gracias a las oraciones de Jidra, Volkas volvió de nuevo a la vida mientras sus heridas se cerraban de forma milagrosa. Sin duda Fharlaghn debía estar observándolos con buenos ojos. Mientras tanto el combate volvía a decantarse hacia nuestros aventureros, que terminaron por ganar la posición y eliminaron a los defensores. Era hora de lamerse las heridas y decidir como seguirían explorando la cueva ...




Algunas Notas Sobre la Sesión


Esta sesión fue la primera donde aplicamos las nuevas reglas sobre habilidades y el resultado me gustó bastante. No cambia mucho con respecto a utilizar directamente el valor de Tirada de Salvación, lo que de verdad marca la diferencia es el tema de los trasfondos. Es curioso que en los tiempos de AD&D 2ª edición la mayoría descartábamos este sistema por el de las pericias en no armas.


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